Italia no quiere más restaurantes pues dicen que acaban con los otros negocios


La Chispa te trae la noticia de que Italia no quiere más restaurantes y no solo ha sorprendido al mundo gastronómico, sino que también revela una profunda transformación en la identidad urbana y cultural del país.
Durante años, Italia ha sido el sueño de los foodies y viajeros. Arancini, spritz de Aperol y tagliatelle en escaparates atrajeron a multitudes. Pero hoy, esta saturación alimentaria está obligando a las autoridades italianas a frenar lo que se conoce como “foodificación”.
Hacia un límite necesario: Italia prohíbe más restaurantes
El alcalde de Palermo fue tajante: “El centro no debe convertirse en un pueblo de comida”. Por ello, se han prohibido nuevas licencias de restaurantes en zonas clave como la Via Maqueda. ¿La razón? Un exceso que ya empieza a dañar la identidad urbana, la economía local y la vida de los residentes.

Florencia también ha seguido esta línea, restringiendo la apertura en más de 50 calles. Así, la frase Italia no quiere más restaurantes cobra un nuevo sentido: ya no es solo una tendencia, sino una política pública.
El impacto real del turismo gastronómico
El turismo representa el 13% de la economía italiana, y dentro de este, el turismo de comida y vino se ha triplicado. A pesar de su peso económico, cada vez más voces alertan que la autenticidad de las ciudades está en riesgo.
“Es un parque de atracciones, no una ciudad”, dice Karen Basile, residente de Palermo.
En este contexto, Italia no quiere más restaurantes no significa rechazar su cultura culinaria, sino proteger su tejido social. La gentrificación basada en la comida ha desplazado a residentes, convertido mercados locales en patios de comida rápida, y transformado calles enteras en vitrinas para turistas.
Causas más profundas que el turismo
Aunque el turismo es parte del problema, las causas también son internas. Los hábitos de consumo han cambiado: los italianos compran más en supermercados o por internet. Frente a esto, los pequeños comerciantes no compiten y optan por abrir restaurantes que ofrecen una versión estandarizada de la cocina italiana.
“¿Por qué no intentamos conseguir un nuevo Galileo en lugar de un montón de excelentes chefs?”, cuestionó Salvatore Settis.
Además, palabras como “foodificación” o “monocultivos de spritz” ilustran cómo la obsesión culinaria puede vaciar una ciudad.