Cine mudo mexicano
DESDE GAYOLA
Por Jorge Carrasco V.
Desde que se realizaron las primeras cintas mexicanas en 1896 hasta que se filmó la primera película sonora en 1931 se filmaron poco más de un centenar de películas mudas en México, de las cuales apenas sobrevive una decena.
Lo que agrava el asunto es que la mayoría de las cintas desaparecidas apenas se exhibieron una semana y en una sola sala.
Hubo intento de recuperar algunas de ellas sonorizándolas. Ese fue el caso de Memorias de un mexicano (1950) en la que Carmen Toscano recuperaba las imágenes tomadas por su padre, don Salvador, durante el porfiriato.
Otro tanto ocurrió con Epopeyas de la revolución (1963) que recopiló el material filmado por Jesús Hermenegildo Abitia.
Más recientemente José Ramón Mikelajáuregui se dio a la tarea de restaurar y encontrar nuevo significado a las imágenes en La historia en la mirada (2010) y El poder de la mirada (2018), que se pueden ver gratuitamente en la página de la Filmoteca de la UNAM.
Ahí mismo se han recuperado otras tres obras silentes.
Tepeyac (1917) de Carlos E, Gonzáles, José Manuel Ramos y Fernando Sáyago, que narra la historia de Carlos (Roberto Arroyo), quien en su viaje a Europa es hundido por un submarino alemán, pero consigue salvar la vida, gracias a los rezos de su novia Lupita (Pilar L.Cotta) a la virgen de Guadalupe. La cinta contiene imágenes históricas de la antigua basílica.
El tren fantasma de Gabriel García Moreno (1926) en la que el ingeniero Adolfo Mariel (Carlos Villatoro) lucha contra una banda de asaltantes de trenes enamorándose de Elena (Clara Ibañez) la hija del despachador de la estación.
En El puño de hierro, realizada un año después, la pareja formada por Carlos (Octavio Valencia) y Laura (Hortencia Valencia) se enfrenta al temible doctor Anselmo Ortiz (Manuel de los Ríos) que los quiere inducir al mundo de las drogas.
También se han recuperado fragmentos de la primera versión de Santa (1918) de Luis G. Peredo interpretada por Elena Sánchez y que tiene como mayor atractivo haber sido filmada en los sitios originales de la novela de Federico Gamboa.
Sin embargo la cinta más importante de este período es La banda del automóvil gris (1919) de Enrique Rosas restaurada por la Cineteca Nacional en su versión íntegra de 223 minutos, que recrea los crímenes de esta célebre banda, y que incluye imágenes del fusilamiento de varios de sus integrantes.
Finalmente se han rescatado dos curiosidades, Terrible pesadilla (1929) del comediante Charles Amador y Zitarí (1931) de Miguel Contreras Torres en la que su esposa Medea de Novara hace el papel de una princesa indígena.