El controvertido Porfirio Muñoz Ledo
Jorge Meléndez Preciado
El fallecimiento de Porfirio Muñoz Ledo, un político que jamás alcanzó a realizar dos tareas que se propuso: una nueva Constitución Nacional (la actual tiene más de 700 modificaciones, más las que vienen) y ser Presidente de la República, ha sido elogiado en casi todos los impresos y los actos donde se habló de él, incluida una sesión solemne de cuerpo presente en la Cámara de Senadores.
Polemista inigualable, de enorme lucidez, orador magnífico, reconocido internacionalmente por su propuestas audaces, bailador fuera de serie y hasta se dice que campeón de los guantes de oro (amateur).
No abundaré sobre la gran cantidad de elogios y virtudes. Contaré varias anécdotas que muestra otras caras de este político sin igual.
Lo conocí en la embajada de la URSS, hoy Rusa, por mi hermano Hugo Tulio Meléndez, quien lo acercó en esa ocasión con Arnoldo Martínez Verdugo, a la sazón secretario general del PCM. Debido a que la gran mayoría querían platicar con Porfirio, chispeante y arrogante como era, se intercambiaron teléfonos. Ya no supe si se dio el encuentro.
En la época de la Corriente Democrática platiqué con él acerca de si ahora podría ser aspirante a la Silla Embrujada. Me contestó lacónico: “No tengo ninguna posibilidad mientras viva Cuauhtémoc Cárdenas; su apellido y el reconocimiento nacional e internacional que tiene no me da ninguna posibilidad de competir”.
En una ocasión quedó de venir a mi casa a beber. No llegó. 24 horas después se apareció y charlamos, Joel Ortega, el célebre personaje y yo hasta las primeras horas de la mañana siguiente.
Le dije que él había orquestado un fraude en Nayarit para que no ganara Alejandro Gazcón Mercado (oposición) y Lucas Vallarta se impusiera mediante el fraude. Se indignó y dijo que se iría. Le comenté que la trampa se llamó “Operación Faquir” y tenía un testigo de primera mano al cual podía llamarle. Amenazó dos veces más con retirarse, pero a fin de cuentas se quedó y la conversación fue por otros rumbos.
Al ser candidato al gobierno de Guanajuato, alegando sin ningún asidero político o legal su “derecho de sangre”, que nosotros motejamos como derecho de moronga, fuimos a un mitin en la capital de esa entidad.
Él esperaba que llegaran miles de personas, ya que tenía como lema “Un saludo; un voto”. Cuál sería su extrañeza que se reunieron unos pocos cientos de campesinos, básicamente de filiación comunista.
Al terminar el acto, le tuvimos que explicar que ya no estaba en el PRI, y los asistentes venían de lejos, erogando su pasaje y con muy grandes esfuerzos.
No se desalentó pero vio la realidad entre la maquinaria oficial y ser de oposición.
Cuando erróneamente se inscribió en el PARM para ser candidato a la Grande, me lo encontré inesperablemente en Tlaxcala, en una gira que realizaba. Me preguntó por Jorge Castañeda, con quien siempre tuvo desacuerdos aunque ambos trabajaron en el servicio exterior con Fox, ya que Muñoz Ledo se adhirió a la campaña del motejado Alto Vacío, el hoy lenguaraz y millonario Fox.
Porfirio me inquirió por un amigo de Castañeda, al cual le puso el apodo de Polichinela (Pinocho). Yo no quise mayores discusiones porque nuevamente andaba con pocos adeptos. Pero a fin de cuentas dio el cambiazo para insertarse en el poder.
Pero habría que decir: en 1988 el único insistente que ganaría Cuauhtémoc Cárdenas la presidencia de la República, fue Porfirio Muñoz Ledo. Algo que parecía un cuento de hadas, pero ya sabemos que la caída del sistema y las transas de Miguel de la Madrid impusieron a Carlos Salinas de Gortari y dieron un auge al neoliberalismo, el cual ha destruido a nuestro país.
Muñoz Ledo, genio y figura.
@jamelendez44