El momento crucial de Ricardo Monreal en la 4T
José Luis Camacho Acevedo
Cuando el país está convulsionado por diversos temas de urgente atención como la salud, la seguridad pública, el combate a las adicciones, los tratados comerciales con nuestros principales socios; la capacidad de concertación entre las partes, la de lograr acuerdos que hagan posible las transformaciones que la nación demanda, en fin, el perfil de operador eficiente de la 4T del senador Ricardo Monreal, han sabido sacar a flote un tema de importancia toral para el proyecto transformador del presidente Andrés Manuel López Obrador como es el de lograr una Reforma Electoral aceptada por todas las fuerzas políticas y que mantenga los equilibrios necesarios para el desarrollo de una democracia plena en México.
Nuevamente Monreal se convierte en un operador leal y eficiente del presidente de la república. El poeta británico Alexander Pope dijo: “Errar es humano, perdonar es divino, rectificar es de sabios”.
Una frase que, no por más trillada, deja de ser cierta. Todos nos equivocamos, todos cometemos errores; porque somos humanos, porque es una condición humana altamente plausible equivocarse, ya que sólo de los errores se aprende, porque sólo hasta que pruebas lo amargo del equívoco no puedes saborear el dulzor de la razón.
Ricardo Monreal ha demostrado que es el más útil a la Cuarta Transformación porque no solo ha facilitado la construcción de todo el andamiaje legislativo, sino que ahora le toca salvar a la reforma electoral de errores muy sensibles y altamente controvertidos.
Pero, ¿qué hacer cuando uno sabe que no se equivoca y otro cree que sí? Lo normal es mantener una conversación tranquila, pausada, en la que se expongan ambos puntos de vista y, si se da el caso, admitir el error por una o por ambas partes; Incluso,
existen casos de soluciones intermedias que a todos satisfacen, porque siempre hay que reconocer que la verdad nunca es absoluta. Sin embargo, en esta semana que está por concluir, en la Cámara de Diputados han tenido dos “yerros”, como los considera el Ignacio Mier, coordinador de Morena; uno en el dictamen “Vacaciones Dignas” y, otro, en la polémica reforma en materia electoral.
De estos dictámenes y otros, Ricardo Monreal, con su capacidad y oficio legislativo, de inmediato los ha detectado. En una de tantas entrevistas en medios electrónicos comentaría, sin afán de exhibir o descalificar, que luego de leer 133 páginas de las 500
que contiene la minuta de reforma en materia electoral, descubrió un asunto que de inmediato Monreal platicó con la Colegisladora, respecto a un artículo en la Ley General de Partidos Políticos.
Como político formado en el derecho, el líder de la mayoría legislativa en el Senado recordaría que la Constitución dice que si un partido político nacional en la contienda presidencial o en la contienda federal no logra el tres por ciento de los votos, como
consecuencia pierde el registro.
Y ahí la observación de Monreal, pues la Colegisladora en un artículo a la Ley de Partidos Políticos, que desde su punto de vista es inconstitucional, que dice “el que no obtenga el 3 por ciento del registro, perderá su registro o al menos que en 16 estados del
país sí tenga el 3 por ciento”.
Para el coordinador de la bancada de Morena en la Cámara Alta esas son de las cosas que no van a poder transitar tan fácilmente ni en comisiones ni en el Pleno del Senado, por lo que, quizá siendo muy escrupuloso, está leyendo y revisando que la minuta no tenga más inconsistencias constitucionales.
A decir de Monreal, el Senado hará un trabajo serio en razón de lo que exige la sociedad; por eso no habrá un apresuramiento, no va a darse un fast track; algo que de ninguna manera quiere el presidente López Obrador, porque es necesario darle un tiempo
correcto y suficiente para revisar el dictamen, y que las comisiones dictaminadoras determinen el ritmo que debe de llevar esta ley consistente en modificación de cuatro leyes y más de 4450 artículos.
Algo que Monreal puede lograr si no se cruzan intereses de camarillas o de grupos.
El tiempo dirá. POR JOSÉ LUIS CAMACHO ACEVEDO
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