Secreto de una noMo
Por Ivette Estrada
Las mujeres que decidimos no ser madres, las NoMo, durante mucho tiempo tuvimos que asumir que la sociedad nos considerara “raras” porque creímos que la autorrealización no se decidía a través de la maternidad únicamente.
Al no sucumbir a la presión social por dar a luz a un ser, se nos atribuyeron problemas psicológicos sin nombre, se asumió que sufrimos algún trauma en la infancia o que éramos egoístas e incluso inmaduras. El castigo por esta decisión fue el dictamen social de que debíamos cuidar a alguien más, quedar solas y relegadas. Nos volvieron metáforas de la distopia.
Hoy las nuevas generaciones, Z y Millenialls, nos reivindican como grupos minoritarios. Muchas mujeres de las jóvenes generaciones incluso se suman al Movimiento Voluntario de Extinción Humana (VHEMT, por sus siglas en inglés), por variadas razones:
- Considerar un verdadero compromiso con el planeta y evitar la contaminación a mayor escala.
- Evitar condenar a una persona a la pobreza total.
- La imposibilidad de estudiar y mantener un niño.
- Escuchar horrores sobre el dolor y las consecuencias del embarazo.
- Preservar un estilo de vida bastante frágil e individualista. Tener hijos rompería con esa idea de la vida perfecta.
- Pocas posibilidades de crecer personal y profesionalmente.
- Creer que hay más de una forma de tener una familia, muchas de la cuales no necesariamente incluyen la figura de un hijo.
- Heredar inestabilidad económica y laboral a la que estamos sometidos. Incluso podría ser peor.
- Asumir que las propias inseguridades y miedos le van a causar daño a un niño.
- Visualizar un mundo con menos oportunidades de realización.
- Ver la maternidad como una barrera para la autorrealización.
Aunque hay tantas razones como mujeres existen, quienes rehusamos la maternidad tenemos una raíz común: nuestras creencias acerca de la vida, la trascendencia, lo fundamental y necesario. Las creencias de quiénes somos, para qué vivimos y por qué nos llena de sentido. Las creencias de lo que debe hacer una madre y la percepción de la maternidad como sacrificio.
Las noMo de las generaciones X, Baby Boomers y generación silenciosa, vimos en nuestras madres a figuras preciosas e irreales: el trabajo extenuante para los hijos, el desvelo, el entregar todo. La mayoría de las noMo que ahora tenemos 50 o más años, y aquellas que nos precedieron, tuvimos madres ejemplares sin máculas ni errores. Madres perfectas.
Y entonces rehuimos la maternidad porque supimos que no seríamos como ellas. Y ante el espejo de la vida ahora solemos consolarnos:
Sólo soy yo.
Y habremos de buscar el sentido de la vida en otras tareas y metas. Ser madre no. La perfección de la propia progenitora nos legó, sin saberlo, la renuncia a ejercer el rol de madre.
Nadie te enseña a ser madre, pero hay papeles que resultan muy grandes. ¿Siempre justa, buena, prudente, honorable y sabia?. Quien aseguró que las muleres perfecta no existían no conoció a las madres de las generaciones X y de cohortes anteriores.
Entonces, muchas decidimos no dar a luz a un ser. Buscamos caminos nuevos.
Hoy los especialistas aducen que el menor número de hijos e inclusive la renuencia por tenerlos está emparejada al nivel de estudios y clase socioeconómica. Se equivocan. La razón es el credo. No son obnubilaciones de realización ni desprecio por abrazar un rol fundamental de vida. Es el credo de quienes somos y cuál es el contrato sagrado que seguimos lo que nos impulsó a evitar la maternidad.
Y la razón también está en la grandeza y trascendencia que captamos en nuestra progenitora. Las madres perfectas pueden tener la certeza de que una de sus hijas se sumará a la tribu incomprendida y misteriosa de las noMO.
En esta cofradía hay dos características comunes: un enorme respeto por sus convicciones y creencias y la certeza de que la maternidad es algo inmenso, bello y perfecto. A tal grado que se rehusa. No seremos madres en esta vida. No por razones ecológicas o miedo del mundo. Es por motivos tan vastos como el marco referencial que nos vuelve personas únicas de esta realidad tridimensional. Es por lo que creemos.
Por eso postergamos hasta hallar que el reloj biológico nunca se detuvo. No existe marcha atrás. Pero nuevos sueños emergen cada día. Podemos sembrar semillas de lealtad a quienes somos y también del mundo que deseamos construir.